Si pronuncias la palabra Cartier estás pronunciando una palabra que te remite a relojes lujosos, codiciados anillos y gargantillas y anheladas alianzas. Cartier es una de las más antiguas marcas de joyería del mundo y sus creaciones ha hecho las delicias de miembros de la realeza, de actores y actrices de primera línea y de simples mortales amantes de los complementos de lujo que, con un cierto poder adquisitivo, se pueden permitir el lujo de comprar un producto Cartier. La reputación de Cartier en el mundo entero es el premio a una filosofía creativa basada en la innovación que, más allá de innovar por innovar, tiene en el buen gusto y en la clase y la elegancia una norma de estricto cumplimiento. Esa filosofía se constata también en sus productos de perfumería.

Fue Louis-François Cartier quien, en 1847, asumió el pequeño taller de orfebrería y joyería que su maestro, Adolphe Picard, tenía en la Rue Montorgueil, en la época una de las zonas más chic de la capital francesa. Al asumir el taller, Louis-François Cartier creó su propia marca. Cuatro años después Napoleón III subió al poder y el joven Cartier se convirtió en proveedor oficial de la Corte. Las creaciones de Cartier destacaban por su ligereza. Es ligereza contrastaba con las creaciones más habituales en la época, mucho más barrocas y sobrecargadas de adornos. El prestigio de Cartier no dejó de acrecentarse entre los miembros de la alta sociedad parisina. La emperatriz Eugenia, por ejemplo, encargó a la firma un servicio de té de plata. Sin duda, un magnífico empujón para que la marca se fijara nuevos objetivos a conquistar.

La entrada en el negocio, en 1872, de Alfred Cartier, hijo de Louis-François, sirvió para expandirlo de manera considerable. Alfred tomó la decisión de incluir los relojes en el catálogo de productos de la casa. En 1898 fue el otro hijo de Cartier, Louis, quien entró en la empresa. Ésta trasladó su sede al barrio de Vendôme, que quedó convertido, así, en el barrio de la joyería parisina por naturaleza.

En 1902 Cartier saltó las aguas del Canal de la Mancha y abrió una tienda en Londres. El éxito fue inmediato. Cartier, dirigida en Londres por Pierre Cartier, recibió un pedido muy especial. Elaborar 27 tiaras para la ceremonia de coronación del rey Eduardo VII. Dos años más tarde, el nuevo rey nombró a Cartier Proveedor Real.

La innovación, una premisa constante en Cartier, hizo que la casa, en 1904, lanzara al mercado el primer reloj de pulsera con pulsera de cuero del mundo. Los diseños de Cartier empezaron a utilizar de manera elegantísima el llamado estilo “Guirland”, caracterizado por el montaje de diamantes sobre una base de platino. Posteriormente, este estilo sería progresivamente sustituido por unos diseños más lineales que introducían formatos de geometría como cuadrados o círculos.

La expansión de Cartier se fue haciendo imparable. En 1909 abrió una tienda en la Quinta Avenida neoyorquina. En 1910, en Moscú y el Golfo Pérsico. En 1935, en Montecarlo. En 1938, en Cannes. La muerte de Louis Cartier, sin embargo, fue un duro golpe para la marca. Los herederos carecían del genio artístico del fallecido y Cartier se estancó financiera y artísticamente. Ese estancamiento duró hasta principios de los años 70. En esa fecha, un grupo de inversores capitaneado por Robert Hocq, compró las tiendas de París, Londres y Nueva York y convirtió lo que era una empresa familiar en una auténtica multinacional.

La nueva etapa de Cartier estaría marcada por la ampliación del catálogo de productos de la marca. Cartier empezó a diseñar artículos de cuero (carteras, monederos, porta-cheques), plumas estilográficas, bufandas, gafas, piezas de loza y encendedores. También, lógicamente, su prestigiosa y aclamada línea de perfumes.

Los primeros perfumes Cartier vieron la luz en 1981. Estos perfumes fueron Must y Santos. El primero es un perfume de la familia olfativa oriental debido a la nariz Jean-Jacques Diener. El segundo, también de la familia oriental pero con toques intensamente amaderados, es un perfume para hombres que incluye entre sus notas de fondo el sándalo, la vainilla, el coco, el cedro, el ámbar y el pachulí.

En 1988, Cartier lanzó al mercado la fragancia Déclaration. En 1995, So Pretty; en 2005, Le Baiser du Dragon; en 2008, Cartier Roadster; y en 2010, el perfume unisex Essence d’Orange.

Junto a todos estos perfumes, La Panthère, Baiser Volé, Les Heures de Parfum u Eau de Cartier, completan un magnífico catálogo de perfumes femeninos.

Por su parte, el catálogo masculino incluye las versiones masculinas de Les Heures de Parfum y de Eau de Cartier, así como Déclaration, Déclaration d’un Soir, Pasha de Cartier y Santos de Cartier.

En la actualidad, Cartier posee más de 300 tiendas propias en el mundo y sigue siendo una marca de referencia en el mercado del lujo. Para constatar hasta qué punto es así basta una anécdota: la tiara de diamantes que Kate Middleton llevaba en su boda con el príncipe William de Inglaterra era una tiara de Cartier. Como ya hiciera el rey Eduardo VII, Cartier sigue siendo la marca de joyería de referencia de la casa real británica. Y eso, se quiera o no, siempre quiere decir algo.

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