La perfumería ha intentado utilizar en su provecho a lo largo de la historia todo tipo de plantas. También las plantas acuáticas. Entre ellas, el nenúfar es la más famosa de todas ellas.

Al nenúfar se le ha conocido también históricamente con el nombre de ninfea o como lirio acuático y fue una planta acuática especialmente importante para la civilización egipcia. En Egipto podían encontrarse diversos tipos de nenúfares: los de floración diurna (llamado nenúfar del Nilo, Lirio Sagrado del Nilo o Lirio Azul de Aguas), los de floración nocturna o nenúfar blanco (llamado también loto blanco) y un tercer tipo, más tardío, llamado lirio rosa y que se cree que fue introducido por los persas o, incluso, por los romanos. Este último tipo de nenúfar es propio del Período Ptolemaico (de aquél al que perteneció, por ejemplo, la mítica Cleopatra) y, al igual que los otros, aparece profusamente representado en el arte egipcio.

Desde los primeros tiempos de la civilización egipcia, el nenúfar adquirió una importante relevancia simbólica. Asociado a la idea de la eternidad, los egipcios tenían en alta estima al nenúfar por distintos motivos. Que era la única planta con flor que florecía durante todo el año era uno de ellos. Que se cierra al anochecer para sumergirse en el agua y volver a salir de nuevo al amanecer, abriéndose y orientándose al sol, otro. Que el botón amarillo dorado de su flor, entre sus pétalos azules, haga pensar en un sol luminoso en el centro del cielo es, sin duda, otro de los motivos que hicieron que los egipcios dieran al nenúfar un carácter simbólico especial. Después de todo, ¿cómo no otorgar un simbolismo que remita al origen del mundo y a la idea de nacimiento a una planta/flor que tiene la capacidad de emerger desde el fango para elevarse hacia la luz?

Asociado a muchos mitos, el nenúfar formaba parte de la vida cotidiana de los egipcios. Al tratarlo, los egipcios solían comer su raíz en crudo o cocinada y secaban y molían sus semillas para fabricar un pan de leche.

Entre otros usos, los egipcios reservaban al nenúfar los siguientes:

  • Aromatizar los baños.
  • Combinarlo con el coriandro para bajar la fiebre.
  • Macerarlo con vino para preparar un brebaje intoxicante y aromático para banquetes y festivales.
  • Incrementar la libido con decocciones de nenúfar.
  • Servir como amuleto.
  • Adornar las casas. Para hacerlo, los nenúfares se colocaban en boles y, en algunos casos, en las piscinas que existían en los jardines privados de las casas de los nobles y altos dignatarios. En estos jardines, muy característicos del tiempo del Imperio Nuevo, crecían las amapolas, los acianos y las mandrágoras. En las piscinas, por su parte, crecían los nenúfares y los papiros.

Entre las creencias de los egipcios figura una que tendría mucha importancia en la historia de la perfumería: los egipcios creían que, del cuerpo de los dioses, emanaban aromas “divinos”. Intentar reproducir esos aromas era, pues, una obsesión para una civilización que hizo del perfume algo de gran importancia tanto a nivel religioso como a nivel cotidiano. En la Antigüedad, pues, los maestros perfumistas egipcios adquirieron una gran relevancia y fueron, a su vez, maestros para otras culturas que, como la griega, se asomaron a los saberes de las culturas del Nilo.
En la actualidad, el nenúfar ha perdido algo de presencia en el mundo de la perfumería. Es una nota aromática “rara”. Del aroma a nenúfar se dice que es un aroma refrescante y delicado con notas dulces y frutales. Hay quien lo relaciona con aromas afrutados (a plátano, a mandarina, a higos maduros) o con el aroma de jacintos y violetas, aunque quizás lo más acertado sea equiparar su aroma al follaje de algunas plantas.

En cualquier caso, el absoluto de nenúfar es un producto escaso y, por tanto, caro. No se usa en exceso pero cumple a la perfección una función que lo convierte en un ingrediente muy interesante: aporta a las composiciones una muy interesante cualidad acuática y refuerza las notas florales frescas.

Más allá de utilizar el absoluto de nenúfar natural, el mundo de la perfumería tiende a reconstruir el aroma de nenúfar mediante químicos aromáticos y algunos aceites esenciales con aromas afines al nenúfar. En 2003, la técnica Headspace, en manos del equipo de Givaudan, sirvió para recoger el aroma natural del nenúfar y para reconocer los elementos que participan en él.

Pese a no estar presente en demasiados perfumes, sí podemos encontrar notas aromáticas de nenúfar en las siguientes fragancias:

  • Allure de Chanel.
  • Un Jardin sur le Nile de Hermés.
  • Cool Water de Davidoff.
  • Burberry Summer.
  • Ming Shu de Yves Rocher.
  • Angel Garden of Stars-Le Lys de Thierry Mugler.
  • Sea and Sun in Cadaqués de Salvador Dalí Perfumes.
  • Green Tea Summer de Elizabeth Arden.
  • Lotus Bleu de Roger & Gallet.