Antes de plantearnos qué tipo de cosmético puede ir bien para nuestra piel debemos saber qué tipo de piel tenemos. Según sea nuestra piel (más o menos grasa) así deberá ser el tipo de cosmético que elijamos para cuidarla.

Para conocer nuestro tipo de piel debemos, primeramente, conocer la estructura de la piel y las capas que la componen.

La piel tiene tres capas: la epidermis, la dermis y la hipodermis.

Epidermis

La epidermis es la capa más superficial de la piel. Esta capa es la que nos protege de los ataques a los que el organismo se enfrenta a diario. ¿De dónde provienen dichos ataques? De muchos más enemigos de los que puedes, en principio, imaginar. El agua, el aire, el calor, el frío extremo, la contaminación, los gérmenes, los rayos ultravioletas… todos estos factores pueden afectar a nuestra piel y la epidermis es la encargada de poner una primera barrera ante dichos ataques.

Para cumplir con esta tarea de escudo, la epidermis, que consta, a su vez, de cinco capas, está compuesta por tres tipos de células: los queritanocitos, los melanocitos y las células de Langerhans. Estas últimas están implicadas en el sistema inmunológico y las primeras, que contienen lípidos y queratina, están también presentes en el pelo y las uñas. Los melanocitos, por su parte, son los encargados de producir ese pigmento que es la melanina.

Las capas de la epidermis se van regenerando continuamente. Las células de la capa profunda se desplazan hacia la superficie de la epidermis. Cuando se separan de ésta, se llevan consigo gérmenes y partículas de todo tipo. El envejecimiento de la piel implica una ralentización de la actividad celular de la epidermis, lo que implica una pérdida de la eficacia de ésta.

Dermis

La dermis es cuatro veces más gruesa que la epidermis. Situada bajo ésta, actúa para ella como una especie de sostén. Entre las funciones de la dermis figura la alimentación de las células cutáneas, la eliminación de desechos y la regulación de la circulación sanguínea.

Contemplando la piel como un conjunto, la dermis sería su elemento más fuerte. La dermis contiene elastina y colágeno. Estas dos proteínas son las que dan a la piel su flexibilidad y su elasticidad.

Entre los elementos anexos a la piel, la dermis guarda relación con los siguientes:

  • El vello capilar.
  • Las glándulas sudorípadas. Estas glándulas son las encargadas de producir el sudor.
  • Las glándulas sebáceas. Éstas son las responsables de la existencia del sebo. Estas glándulas, al igual que las encargadas de producir el colágeno y la elastina, se ven afectadas con la edad.
  • Los vasos sanguíneos que nutren los tejidos.

Hipodermis

Si tuviéramos que comparar a la hipodermis (la capa más profunda de la piel) con algo, lo haríamos con un cojín de grasa. La hipodermis es, fundamentalmente, un tejido adiposo destinado a proteger contra impactos tanto a la musculatura como a los huesos.

La hipodermis es, funcionalmente, un lugar de almacenamiento. Si te nutres más de lo necesario, la hipodermis se convertirá en almacén de parte de esos nutrientes ingeridos en exceso. Por el contrario, si ayunas por períodos largos o practicas una actividad que exige un consumo elevado de energía por parte de tu organismo, éste utilizará parte del tejido adiposo presente en la hipodermis.

La hipodermis puede ser más o menos gruesa dependiendo de distintos factores. En algunas zonas del cuerpo, por ejemplo, es mayor la presencia de tejido adiposo. El sexo del individuo también determina el grosor de la hipodermis. Ésta también verá variar su grosor con la edad. A mayor edad, menor espesor de la hipodermis.