Hidratación, exfoliación, limpieza… Éstas son algunas de las acciones que debemos realizar sobre nuestra piel para que ésta luzca como se merece. Para ello, nada mejor que utilizar una mascarilla facial. Ésta, aplicada correctamente, es la mejor amiga de nuestro cutis.

Las mascarillas faciales actúan a todos los niveles de la piel, tanto a nivel superficial como en los estratos inferiores. Las mascarillas faciales protegen la piel, aportan nutrición, limpian en profundidad, mantienen la humedad en las capas profundas de la epidermis, exfolian y eliminan las células muertas y se encargan de purificar la piel.

Para aplicar una mascarilla facial y que ésta cumpla con su función correctamente hay un requisito previo que debe cumplirse. Ese requisito es que la piel de la cara esté limpia. Una vez con la cara limpia, hay que buscar algún sistema que permita dilatar los poros para que puedan absorber correctamente todos los nutrientes de la mascarilla facial. Para dilatar los poros puede, por ejemplo, colocarse sobre la cara una toalla empapada de agua caliente.

Una vez retirada la toalla y dilatados los poros habrá llegado el momento de aplicar la mascarilla facial.

Cada tipo de piel exige un tipo de mascarilla diferente. La piel seca solicita un tipo de mascarilla facial y la piel grasa, otra. ¿Qué mascarilla facial es la más adecuada para cada tipo de piel?

A las pieles grasas, por ejemplo, le van bien las mascarillas que incluyan entre sus componentes el ácido salicílico, el gluconolactone, el betaine o cualquier exfoliantes derivado de la fruta.

La piel seca, por su parte, exigirá el uso de una mascarilla facial en cuya formulación destaque la presencia de aceites nutritivos como pueden ser la manteca de karité o la jojoba.

Algunos estilistas recomiendan el uso de diferentes mascarillas faciales para aplicar sobre las diferentes partes de la cara. Las zonas secas deberán ser tratadas con mascarillas faciales para pieles secas y las grasas con mascarillas para piel grasa.

Para aplicarla, pueden utilizarse la yema de los dedos o bien una brocha chata, de tamaño mediano y de cerdas muy suaves.

Si se utiliza la brocha hay que procurar extender la mascarilla facial por toda la cara realizando movimientos que vayan de abajo hacia arriba. Al aplicar la mascarilla no hay que olvidar que puede resultar muy útil aplicarla también al cuello y a parte del escote. Haciéndolo, evitaremos posibles contrastes de brillo o de apariencia entre el rostro y el cuello o el escote.

Una vez aplicada la mascarilla facial, debe dejarse que actúe sobre la piel durante unos veinte minutos. Durante ese período de tiempo, que es el necesario para que los diferentes componentes de este cosmético cumplan su cometido, la mascarilla se irá secando.

Cuando haya transcurrido el tiempo señalado coge una toalla húmeda o un algodón y ve retirando poco a poco la mascarilla facial. Para eliminar todos los restos de la misma nada mejor que lavarte la cara con agua tibia.

Cuando hayas secado la piel de tu rostro aplica sobre él un tónico facial. La función del tónico facial es, principalmente, cerrar tus poros. Eso te permitirá lucir una piel limpia y revitalizada.

Para finalizar, utiliza un serum y una crema hidratante.

La frecuencia de uso de la mascarilla facial vendrá determinada por la condición de la piel. Un buen promedio de uso es aquél que oscila entre una y tres veces por semana. Si la mascarilla posee componentes exfoliantes, el uso debe reducirse a un máximo de dos veces por semana. Si la piel está irritada lo mejor es usar solamente una mascarilla calmante.

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