Si hay un nombre de mujer que marca de manera radical un antes y un después en la historia de la cosmética ése es el de Elizabeth Arden. Éste es el pseudónimo de Florence Nightingale Graham, nacida en 1884 en Canadá. Esta mujer, que había realizado estudios de enfermería, llegó a Nueva York en 1908 para trabajar como cajera en un exclusivo salón de belleza de la Gran Manzana. Ese puesto le permitió entrar en contacto con los secretos del mundo de la cosmética. La experiencia de dos años de trabajo en dicha empresa y un préstamo de seis mil dólares realizado por su hermano sirvieron para que Florence abriera su propio salón de belleza.

El primer salón de belleza de Florence estaba ubicado en un lugar excepcional: la Quinta Avenida. El llamativo color rojo con el que fue pintada la puerta de dicho salón iba a convertirse, con el tiempo, en uno de los distintivos comerciales de la que iba a ser una de las más grandes marcas de cosmética a nivel internacional. El nombre que puso a dicho salón estaba extraído de un poema del autor posromántico inglés Alfred Tennyson. El título de ese poema era Enoch Arden y el nombre del salón, el que iba a ser, a partir de entonces, el nombre con que se iba a conocer a aquella mujer emprendedora: Elizabeth Arden.

La historia habla de un trabajo casi fanático por parte de la fundadora de la marca. La historia cuenta que ella atendía a la clientela, participaba en la elaboración de los productos e, incluso, ayudaba en la limpieza del local.

La idea original de Elizabeth Arden consistía en buscar la alianza entre la ciencia y los productos aportados por la propia naturaleza para, gracias a dicha alianza, conseguir una gama de productos que sirvieran para desarrollar y realzar las cualidades naturales de la mujer. Para elaborar dichos productos era necesario, ante todo, cambiar la textura de las cremas. Éstas debían ser menos grasosas y espesas de lo que entonces eran. Convertirlas en algo mucho más absorbible por la piel era una de las obsesiones de Elizabeth Arden. Para alcanzar dicho objetivo, Elizabeth Arden contrató a un químico que la ayudara en su búsqueda. El fruto de la misma fue la Venetian Cream Amoretta, una crema de belleza con una nueva textura que rápidamente adquirió una importante popularidad.

Igualmente popular se hizo el Elizabeth Arden Ardena Skin Tonic. Este producto era el resultado de otra de las prioridades de Elizabeth Arden: la búsqueda y elaboración de un tipo de producto balsámico que viniera a sustituir a las lociones tradicionales. El hecho de que el producto llevara el nombre del fabricante resultaba verdaderamente revolucionario en aquellos años. Ésta fue una de las grandes innovaciones a nivel de marketing de Elizabeth Arden. Otra de ellas fue la de publicitarse en las salas de cine. Este uso extremadamente innovador e inteligente del marketing puso a Elizabeth Arden en la vanguardia de la industria de la cosmética estadounidense.

Un viaje a París en 1914 le permitió conocer las nuevas costumbres de las mujeres parisinas en aquellos años especialmente intensos de la capital francesa. De ese conocimiento, Elizabeth Arden extrajo nuevas ideas que la condujeron a producir una serie de productos tan variados como los coloretes, los polvos de color, las máscaras de pestañas o las sombras de ojo. Sus innovaciones, a partir de ahí, serían constantes. En 1917, sin ir más lejos, creó los cosméticos con tamaño para viaje. Unos años después creó los sets de cosmética. En los años treinta empezó a utilizar la paleta de colores para lápiz de labios, colorete, polvos sueltos y máscaras de pestañas. La creación de la paleta de colores le llevó a ser una pionera en la combinación del barniz de uñas y el lápiz de labios, en la armonización del maquillaje y el tono de piel, y en la aparición del llamado “total look”, es decir, en la armonización a juego de ojos, mejillas, labios y uñas.

Fue en los inicios de esa década de los 30, para otras empresas y negocios tan aciaga, cuando Elizabeth Arden creó el Eight Hour Cream, una mezcla de vaselina, vitamina E y beta-hidroáxido calmante que es todo un clásico entre las cremas reparadoras del mercado.

En esta época, también, Elizabeth Arden introdujo el concepto del spa en el mundo del cuidado femenino. El ejercicio, la dieta y el masaje se convirtieron así en elementos fundamentales para toda aquella mujer que deseara mostrar una apariencia física estupenda. Maine Chance fue el nombre del balneario abierto por Elizabeth Arden para demostrar, a todos los exclusivos clientes del mismo, los resultados de la aplicación de los planes integrales de belleza.

Mediada esa década fue cuando Elizabeth Arden comercializó el primer perfume de la casa, el Blue Grass. Hay quien sostiene que esta fragancia fue creada por los laboratorios franceses Fragonard y que la hermana de Arden compró la fórmula para su hermana. Sea cual sea el origen de su fórmula lo cierto es que el nombre de este perfume (Blue Grass) es idea de la propia Elizabeth Arden. Con él rendía homenaje a las praderas de Kentucky en las que pastaban sus caballos. El pasto de aquellas praderas recibía el nombre de Blue Grass (“hierba azul”) y ése fue el nombre (junto a la imagen de un caballo) que Elizabeth Arden escogió para aquel primer perfume de la casa. A este perfume le acompañarían, décadas después y cuando ya la fundadora de la casa hubiese muerto (lo hizo en 1966), nombres como Red Door, Green Tea o uno de sus perfumes más famosos, el 5th Avenue Elizabeth Arden.

En 2001, Elizabeth Arden fue comprada por French Fragances, empresa dedicada a la fabricación y comercialización de perfumes.

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