Cuando pensamos en el sistema nervioso cometemos un error: pensar que el sistema nervioso se limita a ser un grupo de neuronas alojadas en el cerebro y en la espina dorsal. El sistema nervioso no es sólo eso. El sistema nervioso, al igual que el sistema circulatorio, llega a todas las partes de nuestro cuerpo. Es decir: existen terminaciones nerviosas en cualquier parte del cuerpo y, por supuesto, en la piel. Lo que podríamos decir que es un diálogo entre la piel y el cerebro se produce a través de, ni más ni menos, 800.000 receptores sensoriales. Estos receptores sensoriales también envejecen y, a causa de ello, la piel pierde la capacidad de mantener dicho diálogo, al tiempo que comienza a no absorber con la misma facilidad que antes los cosméticos.

Partiendo de dicha circunstancia, la neurocosmética o cosmética inteligente se plantea la posibilidad de utilizar determinadas sustancias en los productos cosméticos para, con ellas, provocar estímulos sensoriales que permitan al cuerpo encontrar el bienestar y la energía que necesita. Así, la cosmética inteligente se encargará de crear cosméticos que, al tiempo que tratan la piel, estimulan el sistema nervioso.

La neurocosmética parte de constatar cómo la piel reacciona ante determinados estados psíquicos. Éstos, de manera evidente, se refleja en aquélla. El sonrojarse, por ejemplo, delata la vergüenza experimentada. El miedo, por su parte, puede encontrar su reflejo cutáneo en la llamada “piel de gallina”, y el estrés acaba provocando, en muchas ocasiones, imperfecciones en la piel.

Prestando atención a lo señalado en los párrafos anteriores, la cosmética inteligente intenta relajar la piel sirviéndose de sustancias que, actuando sobre el sentido del tacto pero también sobre el del olfato, intentan generar bienestar en el sistema nervioso. Es decir: interviniendo en los mecanismos neurofisiológicos, utilizando en la elaboración de cosméticos activos que tienen la capacidad de provocar la secreción de endorfinas, la neurocosmética interviene en las funciones de nuestro tejido cutáneo.

Para ello, la cosmética inteligente se sirve de los biopéptidos o péptidos biomiméticos, moléculas artificiales que se ocupan, entre otras cosas, de estimular los procesos de regeneración de la piel. Al elaborar los péptidos biomiméticos, lo que se está intentando en el laboratorio es copiar lo que se conoce con el nombre de péptidos. Los péptidos son unas moléculas que se forman al combinar diversos aminoácidos y que, de forma espontánea, se pueden encontrar en la naturaleza. Entre las principales funciones de los péptidos podemos destacar la de servir como transmisores de información intercelular. Comunicando la dermis con la epidermis, los péptidos (y, por tanto, los artificiales biopéptidos) consiguen una regeneración más rápida de ambas.

Los biopéptidos o péptidos biomiméticos, fundamentales en la cosmética inteligente, no son réplicas exactas de los péptidos. Al realizar estos péptidos artificiales, lo que la neurocosmética hace es copiar solamente las partes activas del péptido mimetizado. Así, la cosmética inteligente no copia de manera completa la secuencia de aminoácidos. Al no poseer riesgos de sensibilización, los biopéptidos penetran perfectamente en la piel y actúan directamente sobre el tejido cutáneo a través de receptores. Al hacerlo, estos principios activos se comportan como antagonistas o agonistas de mecanismos celulares y, de ese modo, modulan, controlan y regulan las funciones bioquímicas de dicho tejido.

Entre las funciones que cumplen los biopéptidos podemos destacar las siguientes:

  • Estimulan la síntesis de las proteínas que intervienen en el regeneración y reestructuración de la epidermis.
  • Estimulan la actividad de los melanocitos y la producción de la melanina para, de ese modo, incrementar la protección de las células de la piel del efecto pernicioso de los rayos UVA y UVB.
  • Inhiben la degradación del colágeno y la elastina actuando, de ese modo, como reafirmantes de la piel.

A la hora de realizar sus análisis e iniciar la formulación de sus productos cosméticos, la cosmética inteligente tiene siempre presente que cada tipo de piel y cada tipo de célula tiene sus propias necesidades, así como que la célula sufre a diario no sólo con el paso del tiempo: también sufre con las agresiones externas. Una de las misiones de la neurocosmética es, precisamente, reconocer esa agresión y proporcionar con un cosmético el principio activo necesario para actuar precisamente sobre esa célula. Al focalizar la eficacia sobre los sitios clave que más tratamiento necesitan, lo que la cosmética inteligente consigue es obtener mejores resultados.

Para alcanzar esos mejores resultados, la neurocosmética intenta elaborar productos que puedan tratar problemas específicos en situaciones específicas.

Más allá de los biopéptidos o péptidos biomiméticos, entre las sustancias que podemos encontrar en los productos cosméticos elaborados a partir de los principios de la neurocosmética podemos encontrar los siguientes:

  • Aloe vera. Hidrata y calma la dermis.
  • Azahar. Aporta hidratación y vitalidad.
  • Bisabolol. Este ingrediente sirve para renovar la piel.
  • Té verde. Se ha comprobado que los polifenoles presentes en el té verde actúan directamente sobre los neuroreceptores de la piel.