Si una cultura ha sido capaz en la Historia de la Humanidad de imponer un ideal de belleza ésa ha sido la cultura griega. Si en Egipto eran las clases más favorecidas las que se preocupaban esencialmente de su apariencia física, en Grecia esta preocupación era una preocupación más transversal que afectaba a todos los estamentos de la sociedad, por eso el uso de cremas y aceites, al igual que la de perfumes, era algo habitual. Las cosmética en la Antigua Grecia, pues, era algo íntimamente ligado al día a día de las personas.

El griego quería poseer un cuerpo atlético, proporcionado y esbelto y valoraba en el cuerpo de la mujer los pechos pequeños y la piel blanca. La griega, por naturaleza, no poseían, por regla general, ese tipo de piel. Para conseguir esa piel blanca las mujeres de la Antigua Grecia debían recurrir al uso de una serie de cosméticos. Uno de los métodos utilizados por las mujeres de la Antigua Grecia era consumir grandes cantidades de comino. Otro, utilizar una mezcla de ceras y albayalde para intentar dar esa apariencia nívea a la piel. El término albayalde hace referencia a un pigmento utilizado en pintura que es el carbonato de plomo. Con este pigmento, mezclado con miel, las mujeres griegas elaboraban una especie de mascarilla facial que se colocaban por la noche y que se lavaban por la mañana, antes de volver a colocar otra mascarilla del mismo tipo, esta vez más diluida, para seguir manteniendo la tez blanca durante el día.

Para contrarrestar levemente la blancura extrema y ofrecer un aire más apasionado, la mujer griega utilizaba carmín para colorear sus mejillas.

Para maquillar ojos, labios, mejillas y uñas los griegos heredaron de los egipcios la fórmula de fabricación del khol. El khol era un elemento fundamental en la cosmética de la Antigua Grecia Utilizado en color negro, azul y gris, el khol, además de para cumplir una funcionalidad estética, era también utilizado para protegerse del sol y para prevenir enfermedades oculares. Años después, los griegos crearían una barras de carbón muy delgadas que servirían para colorear sus ojos y de azafrán para colorear sus cejas. Esas barras de carbón y de azafrán serían otros de los productos estelares de la cosmética en la Antigua Grecia.

Cabello rubio

Otro de los ideales de belleza perseguidos por la mujer griega era el poseer el cabello rubio. Para conseguirlo, las mujeres de la antigua Grecia empleaban un tinte capilar muy especial: mezclaban una solución de potasio con pétalos de flores amarillas, polen y manzana para perfumarla y con esa mezcla teñían su cabello, que acostumbraban a llevar suelto y rizado, sobre los hombros. Gracias a esa mezcla de pétalos de flor y solución de potasio las mujeres griegas, en su mayoría morenas, podían acercarse al ideal de belleza representado por la diosa Afrodita, una de las primeras rubias cañón de la Historia.

El cabello rubio era valorado también de manera muy positiva en el género masculino. De hecho, los grandes héroes de la mitología y la literatura griega acostumbraban a ser descritos como hombres rubios. Rubio era Aquiles, rubio era Menelao y rubio era Paris. Para conseguir ese cabello rubio los hombres utilizaban jabones y, en algunos casos, lejías alcalinas.

Baño y masaje

Si una costumbre era habitual en la sociedad griega ésa era la del baño. En los inicios de la civilización griega, en ese baño se utilizaban aceites y diversas soluciones de sosa o potasa. Fue en tiempos posteriores cuando el uso de jabones empezó a generalizarse. La utilización de cremas y aceites tras el baño diario hacían del masaje un momento no sólo de placer, sino también de magnífico cuidado corporal. Estos aceites y cremas que los antiguos griegos utilizaban como productos cosméticos se realizaban con extractos de plantas como el tomillo, la rosa o el jazmín.