Si hay algún ingrediente que siempre se ha asociado a la perfumería y a la elaboración de perfumes ésa es la vainilla. Las cualidades de este ingrediente no sólo se limitan a su aportación odorífera. La vainilla, en perfumería, cumple también una importante tarea fijadora. Es decir: como nota de fondo sirve para añadir duración a otras notas aromáticas que participen en la fórmula del perfume.

Algo que hay que tener en cuenta al pensar en la vainilla como ingrediente de perfumería es que su olor no siempre es exactamente ese olor que cualquiera de nosotros puede identificar en algún pastel o en alguna bebida embotellada. Nada más lejos de la realidad. El de la vainilla no es un aroma lineal. Puede ser complejo y caleidoscópico, muy variado y lleno de matices que pueden combinarse de múltiples maneras, sobre todo cuando la vainilla es natural.

Como sucede con todo producto natural, el lugar en que se ha plantado, el método de plantación utilizado y la manera como ha sido extraída y almacenada determina el aroma final de esa vainilla en particular.

Vainilla natural y vainilla sintética

En primer lugar hay que distinguir entre las posibilidades aromáticas que ofrece la vainilla natural y la que ofrece la vainilla sintética. Por mucho que hayan avanzado las técnicas de laboratorio empleadas para realizar los ingredientes aromáticos sintéticos, las prestaciones de éstos no pueden equipararse a las ofrecidas por los ingredientes de origen natural. Esa diferencia de prestaciones (en cuanto a las posibilidades aromáticas) tiene un fiel reflejo en el precio que adquiere cada uno de los ingredientes. Un kilo de vainilla sintética cuesta entre 8 y 13 euros el kilo. Un kilo de vainilla natural, entre 800 y 3.000 euros. Hay perfumistas, sin embargo, que optan por el uso de la vainilla sintética por una razón de estabilidad. La vainilla sintética es más estable que la natural.

Algunas estimaciones hablan de que alrededor del 50% de los perfumes del mundo incluyen la vainilla entre sus componentes. Eso explicaría el hecho de que aproximadamente un tercio de la producción mundial de vainilla está destinada a la elaboración de perfumes.

Dentro de la formulación de los perfumes, la vainilla acostumbra a utilizarse como nota de base junto a otras notas aromáticas procedentes de resinas. En cualquier caso, la vainilla ofrece moléculas pesadas que quedan en la piel y que hacen que la fragancia deje durante mucho tiempo sobre ella un aroma dulce y balsámico.

Cuando se utiliza como nota de corazón, la vainilla se mezcla con notas florales como el ylang-ylang, el nardo o el jazmín. Cuando es como nota de salida como se usa, la vainilla acostumbra a mezclarse con notas cítricas como, por ejemplo, la bergamota.

En general, los perfumes que incorporan la vainilla entre sus ingredientes son perfumes cálidos y dulces. Entre estos perfumes podemos encontrar Shalimar, de Guerlain; Opium, de Ives Saint-Laurent; Obsession, de Calvin Klein; Hipnôse, de Lancôme; Angel, de Thierry Mugler; The One, de Dolce & Gabbana; Black XS for Her, de Paco Rabanne o Hypnotic Poison, de Christian Dior.