Son varias las funciones que tiene la piel: sirve para regular la temperatura corporal, actúa como barrera protectora del cuerpo frente al medio ambiente y recibe estímulos externos. Esas tres funciones son capitales. Para que la piel las cumpla como es debido es necesario que esté sana. Para ello es imprescindible mantenerla limpia. La limpieza de la piel dificulta o impide el desarrollo en ella de microorganismos que puedan provocar infecciones de diversa magnitud. Así, pues, el uso del jabón es fundamental para el cuidado de la piel.

Características y fabricación del jabón

El jabón, bien sea en pastilla o en textura líquida, es un producto cosmético imprescindible que debe cumplir tres requisitos:

  • Debe limpiar la piel sin dañarla.
  • No debe deshacerse al entrar en contacto con el agua.
  • No debe perder su aroma.

Para fabricar el jabón, las industrias cosmética y farmacéutica realizan un proceso químico que recibe el nombre de saponificación. Este proceso consiste en combinar ácidos grasos naturales con una sustancia alcalina (la sosa o la potasa, por ejemplo, podrían ser esas sustancias). Una vez realizada esa mezcla, a la misma se le pueden añadir humectantes, fragancias, antisépticos, antibacteriales, sales astringentes o exfoliantes. Dependiendo de la sustancia que se añada a la mezcla de los ácidos grasos con la sustancia alcalina, así será la función que deberá cumplir el jabón.

En cualquier caso, la función principal del jabón es limpiar la piel. Gracias a los agentes tensoactivos presentes en la formulación del jabón, éste remueve las células muertas, las bacterias, el sudor, la grasa y la mugre que puede encontrarse en la epidermis y, sin ocasionar a la misma daño alguno, hace que se desprenda de ella.

Hay personas que sostienen que el uso del jabón acaba por dañar la capa hidrolipídica de la piel. Eso es falso. Para evitar ese daño, los productos limpiadores de la piel contienen emolientes y vitaminas y un nivel de acidez (un pH) neutro.

Historia del jabón

Si queremos conocer las primeras referencais sobre jabones debemos fijar nuestra mirada en la Roma del siglo I antes de Cristo. Eso no quiere decir que culturas como la griega o la egipcia no dispusieran de algún tipo de producto destinado a la limpieza de la piel, pero las referencias no son tan claras y directas como en el caso de Roma.

La tradición cuenta que este producto cosmético para limpiar la piel fue descubierto por casualidad. En el romanno Monte Sapo se realizaban sacrificios de animales. Las lluvias, al caer sobre el monte, arrastraban la grasa y la ceniza derivada de dichos sacrificios al borde de un río. Fue en ese río donde las lavanderas que acudían a él a hacer la colada constataron que su ropa, al frotarla con dicha mezcla, quedaba más limpia.

Sea cierta o no lo que la tradición cuenta (otras fuentes apuntan a que fue Julio César quien trajo a Roma el jabón tras vencer a los pueblos germánicos), lo cierto es que tanto en Italia como en España se fabricaron limpiadores con sebo animal y ceniza durante varios siglos. Serían los franceses, varios siglos después, quienes sustituyeran por vez primera la grasa animal por aceite de oliva.

La gran transformación histórica en la fabricación de agentes limpiadores se produjo en el siglo XIX. Fue entonces cuando Nicolas Le Blanc, químico francés, inventó el proceso de convertir la sal en sosa. La sosa es un material que tiene las mismas propiedades que las cenizas vegetales. La sosa fabricada por Le Blanc fue mejorada posteriormente por el belga Ernest Solvay. Éste no solo consiguió mejorar la calidad de la sosa. También consiguió reducir el coste de su producción.

En la actualidad, la fabricación de estos agentes de limpieza tan fundamentales para el cuidado de la piel se ha perfeccionado con la introducción de nuevas sales alcalinas, el empleo de diferentes grasas y a la adición a la formulación de compuestos que acaban enriqueciendo la mezcla y dotándola de nuevas propiedades. Gracias a todo ello en la actualidad podemos encontrar muy diferentes tipos de jabón.

Tipos de jabón

De entre todos los tipos de presentación en los que actualmente podemos encontrar este producto limpiador de la epidermis podemos destacar los siguientes:

  • Pastillas. Fáciles de manejar, el uso de pastillas de jabón implica el uso obligatorio de jaboneras. Las jaboneras permiten que, una vez usada la pastilla, el agua escurra y aquélla permanezca seca. Si la pastilla está mojada mucho tiempo pueden aparecer hongos y bacterias.
  • Líquida. Envasado en plástico, el agente limpiador es fáicl de dosificar.
  • Medicados
  • . Especialmente indicados para prevenir infecciones cutáneas como la seborrea o el acné, estos jabones contienen ingredientes antibacterianos y antisépticos.

  • Humectantes. Ayudan a mantener el nivel de humedad de la piel.
  • Exfoliantes. Poseen gránulos diminutos que se encargan de eliminar las células muertas y la suciedad de la piel.
  • Neutros. Destinados a proporcionar a las pieles delicadas y/o infantiles una alta protección. Cuando van destinados al cuidado de la piel infantil, estos limpiadores se presentan en figuras y colores propios del mundo infantil (series de televisión, personajes de dibujos animados, etc.) y que llaman su atención.
  • Astringentes. Las sustancias presentes en su formulación eliminan el exceso de grasa del cutis, mantiendo a éste sin brillo.
  • Perfumados. Reciben este nombre los jabones que se incluyen en líneas de baño junto fragancias, cremas y desodorantes. La fragancia introducida en estos productos logran mantener una armonía entre ellos.