Quien tenga la fortuna de visitar la Provenza podrá extasiarse contemplando hectáreas y hectáreas de terreno cubierto por un manto de flores lilas que impregnan el aire con un aroma muy particular. Esas flores son las flores de la lavanda y, en esa región francesa, alrededor de 10.000 personas viven de ella. No en vano, la de la lavanda es una de las notas olfativas más utilizadas para elaborar los perfumes de la familia aromática floral y dichos perfumes son los elegidos por el 50% de las personas que deciden comprar una fragancia. La lavanda, así, se convierte en uno de los ingredientes más utilizados en perfumería.

La lavanda es una de esas flores que están enraizadas en la cultura popular de todo Occidente. Antes de que llegaran los tiempos en que la industria química, farmacéutica y perfumista sufrieran los cambios que caracterizaron la II Revolución Industrial y antes de que surgieran nuevas maneras de extraer el aceite esencial de las plantas, muchas familias recogían la lavanda silvestre que crecía en la alta montaña o, en su defecto, la que crecía en su jardín doméstico. Una vez recogida, estas familias utilizaban un método de destilación prácticamente medieval (el alambique con fuego directo) para destilar el aceite esencial de la planta de lavanda.

Tradicionalmente se ha dicho que la lavanda es buena para combatir el insomnio, calmar los nervios y la ansiedad y facilitar la digestión. Actualmente, aparte de en perfumería, el aceite esencial de lavanda es utilizado también en formulaciones de Cosmética para tratar el acné, regenerar células cutáneas y, debido a sus efectos antiinflamatorios, tratar quemaduras, inflamaciones, soriasis y heridas.

Fue a finales del siglo XIX cuando la firma Schimmel buscó la manera de aprovechar mucho mejor todas las posibilidades que ofrece la lavanda e inició un modo de destilación que, en gran medida, es el que se utiliza hoy en día: la destilación al vapor. Gracias a esta forma de destilación, quienes quisieran extraer aceite esencial de lavanda obtendrían un aceite de mayor calidad y con una mayor presencia de acetato de linalilo, un componente con propiedades antiinflamatorias y sedantes que es muy valorado en el universo de la aromaterapia. En perfumería, además, el acetato de linalilo presente en el aceite esencial de lavanda sirve para dar a las fragancias un aire más afrutado y fino.

Paralelamente a este avance a la hora de buscar la mejor manera de destilar la lavanda se buscó también el modo de mejorar su cultivo. En esta tarea desempeñó un papel fundamental Leopoldo Lamothe, habitante de Drôme, uno de los lugares de ineludible visita en la Provenza. Su objetivo principal era conseguir una planta más fuerte y productiva o, lo que viene a ser lo misma, económica. Tras la Primera Guerra Mundial, y para no estar a merced de los variables precios de la lavanda cultivada por un amplio número de pequeñas granjas, los perfumistas se hicieron con el control de su producción y, de ese modo, se convirtieron en sus propios productores.

Tipos de lavanda

Hablar de lavanda supone hablar de más de 60 especies. Entre todas ellas destacan tres (con sus consiguientes subespecies) que se utilizan para obtener aceite esencial:

  • Espliego o Alhucema. Este tipo de lavanda es la que crece, de forma natural, en los campos de España y Portugal, y, en ciertas notas aromáticas, recuerda al romero. El espliego acostumbra a ser utilizado para elaborar ambientadores, jabones o productos de limpieza.
  • Cantueso. A esta hierba se la llama también hierba de San Juan o tomillo borriquero. Esta hierba, pese a ser considerada un tipo de lavanda, tiene un aroma bastante diferente al del resto de lavandas.
  • Lavanda auténtica. De esta especie de lavanda se valora especialmente la flor fresca recogida con tiempo seco y sin viento. Rico en linalool y en acetato de linalilo, este tipo de lavanda tiene el olor típico de las lavandas, es decir, un aroma que, con un tono herbáceo, tienen en sí, también, notas amaderadas y frutales.

Junto a estos tres tipos existe un cuarto tipo de lavanda, el llamado lavandín, que es una especie híbrida y que es, en cierto modo, la que cubre, en buena parte, los campos de la Provenza. Dentro del lavandín se pueden encontrar cuatro variedades: grosso, super, abrial y sumian. Entre ellas, es la variedad abrial la que más suele utilizarse en perfumería.

De entre las marcas de perfumes, Guerlain es, probablemente, una de las marcas clásicas que más importancia da a la lavanda a la hora de elaborar muchas de sus fragancias. De entre todos los tipos de lavanda, Guerlain ha apostado, a la hora de crear un perfume como, por ejemplo, Mon Guerlain, por la variedad Carla. El kilo de este tipo de lavanda se paga a 170 euros (es alrededor de 60 euros más caro que el de las lavandas comunes) y para obtener un litro de su esencia se necesita una media de 150 kilos.

Perfumes de lavanda

Más allá de Guerlain y de su Mon Guerlain, entre los perfumes y fragancias más populares y que contienen la lavanda en su formulación podemos encontrar:

  • CK Be, de Calvin Klein
  • Boss The Scent, de Hugo Boss
  • Cool Water, de Davidoff
  • Le Male, de Jean Paul Gaultier
  • Homme Intense, de Dior
  • Eau de Concentrée, de Cartier
  • La Nuit de L’Homme, de Yves Saint Laurent
  • Hypnôse Homme, de Lancôme

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